MÉXICO: ¿ REPÚBLICA FEDERAL O CENTRALISMO?

Hace unos días, tuve la oportunidad de conocer a un ministro de la Suprema Corte de Justicia en una conferencia,  precisamente hablando sobre la reforma judicial y todo lo que se viene en el próximo mes de junio con la elección de candidatos para magistrados, jueces y ministros de la suprema corte.  Entre tantas cosas en su introducción, explicaba sobre si México vivimos en una Federación o estamos centralizados.

Basta con echarle una mirada al mapa de México para darnos cuenta de su grandeza. Desde la selvas de Chiapas, hasta Baja California, desde las costas de Yucatán, hasta la Sierra Tarahumara, nuestro país está hecho de contrastes, acentos, clima, culturas y realidades, que pocos países pueden presumir. Hay un aspecto que si compartimos en todo el país: una pregunta, sin resolver, que ha acompañado a nuestra historia: ¿realmente vivimos en una Federación o simplemente hemos centralizado nuestra esperanza?

El artículo 40 de la Constitución política de los Estados Unidos mexicanos, establece que la forma de gobierno en México es una república representativa, democrática, laica y federal. En este artículo se expresa la voluntad del polo mexicano de constituirse en esta forma de gobierno, compuesta por estados libres y soberanos en su régimen interior, unidos en una Federación.

En teoría, resulta que somos una Federación, los estados tienen autonomía, legislaturas locales, elecciones propias, incluso constituciones estatales. Sin embargo, en la práctica, el sistema derivado en un centralismo disfrazado de federalismo. Y esto no es algo reciente, viene de mucho tiempo atrás. Quizás, desde que nos acostumbramos a pensar que todo se resuelve en la capital, desde la capital para la capital.

¿Por qué será importante esto? Por qué la contradicción entre lo que dice la ley, y lo que está ocurriendo realmente, se incuba mucho de los males que nos están aquejando como nación: la violencia, la corrupción, la desigualdad, la pobreza, la impunidad y la falta de valores.

Vivimos en una nación donde los problemas locales, lamentablemente deben esperar a que la Federación voltee a verlos, donde un alcalde o un gobernador gestiona los recursos con la mano extendida hacia la ciudad de México, donde el autonomía estatal es una formalidad. Y cuando las decisiones se concentran en un solo punto, la justicia se diluye y la realidad se simplifica peligrosamente.

SISTEMA CENTRALISTA, DISFRAZADO DE FEDERALISMO

Las políticas públicas, educativas, de seguridad y de salud están diseñadas con un enfoque unificador, cuando lo que México necesita realmente es lo contrario: reconocer su diversidad para diseñar soluciones particulares. Por qué lo que pasan en las comunidades rurales de Oaxaca, o en las colonias populares de Tijuana, no se puede resolver con decretos generales, sino con gobiernos locales con recursos propios, capacidad, real decisión, es decir, empoderados. Sin embargo, hoy en día, ni los estados y los municipios tienen la fuerza para cambiar su destino, si el centro no autoriza, no transfiere o no libera.

De formas significativa, esto quiere decir que un estado como Guerrero, depende del mismo esquema de decisiones que Nuevo Leon, sin que se estén reconociendo sus contextos sociales, culturales y la misma historia.

ENTONCES ¿COMO CAMBIAR ESTA REALIDAD?

Y en el análisis, esta pregunta es tan amplia como urgente. No podemos transformar un país con simples diagnósticos, se va a requerir de una visión profunda, que venga a reconocer que muchos de nuestros problemas son estructurales y que no se van a resolver sólo con recursos y mucho menos con discursos.

En mi opinión, tenemos que comenzar a recuperar los valores que hemos perdido. Estamos sufriendo una crisis ética. La impunidad, la trampa, la mentira, el camino fácil se han vuelto normales, y lo más preocupante es que la escuela mexicana, la que debería ser el semillero del civismo y la ciudadanía, hace tiempo que dejó de formar en valores. Hoy está formando en contenidos, en técnicas en competencias, pero no en principios.

Creo que comprendemos que sin civismo, no hay comunidad y sin comunidad, no hay justicia social.

Dicho lo anterior, me atrevo a cuestionar ¿De qué servirá enseñar matemáticas si el alumno no aprende a respetar? ¿Para que nos va a servir una reforma educativa, si no me está enseñando a valorar la dignidad humana, la responsabilidad y la honestidad? Cuando el salón de clases se vuelve indiferente alguien común, el país se queda sin una brújula moral.

Es de la acción colectiva, basada en los principios, como nace la justicia social y no de los discursos. En el contexto anterior, nos hace preguntar ¿cómo exigir justicia si el sistema se gestiona desde un modelo centralizado, burocrático y lejano? ¿ Cómo comenzar a acabar con la pobreza? Si el mismo municipio no tiene recursos ni autonomía real para combatirla?

VIVIR REALMENTE EN UNA FEDERACIÓN

Si se aplicará realmente lo que nos marca la Constitución política de los Estados Unidos mexicanos en su artículo 40, tendríamos estados fuertes, más responsables y sobretodo más comprometidos. Serían gobernadores que no sólo gestionan, sino que transforman. Alcaldes con visión y con los medios. Una ciudadanía que exige desde lo local. México, sería un país donde la regiones construirían su propio futuro, sin depender de la voluntad presidencial o de un presupuesto anual. México, sería una república de realidades y no de apariencias.

Y tal vez, sólo tal vez, podríamos combatir de raíz los grandes males: la pobreza misma, pero no desde los programas asistencialistas, sino desde los proyectos productivos de cada una de las localidades; la inseguridad y no tan sólo con Guardia Nacional, sino con una prevención comunitaria y oportunidades reales; la corrupción se combatía no con las leyes, sino con educación cívica desde la niñez.

¿CENTRALISMO O SIMULACIÓN DE FEDERALISMO?

Nuestro amado México, necesita reconciliarse con su diseño constitucional. Es necesario que el federalismo deje de ser un simple adorno legal y se convierta en un instrumento real que nos lleve a la transformación. Es importante que las decisiones bajen al territorio, que el poder deje de ser centralizado y que comience a ser distribuido.

Igual de importante, México necesita recuperar su ética colectiva, su sentido de comunidad y su civismo. Debemos comprender que ninguna forma de gobierno será efectiva, sino somos ciudadanos responsables, sino contamos con escuelas que formen en valores, si no somos estados que asuman su rol histórico  con visión y firmeza.

Para concluir, hoy más que nunca la pregunta, no sólo es lo que dice la Constitución, la verdadera pregunta es:

¿Queremos seguir viviendo en una nación que proclama la democracia mientras la concentra?

Es tiempo de construir desde el local un nuevo pacto federal que devuelva a los mexicanos la esperanza.

MÉXICO: ¿ REPÚBLICA FEDERAL O CENTRALISMO?

Hace unos días, tuve la oportunidad de conocer a un ministro de la Suprema Corte de Justicia en una conferencia,  precisamente hablando sobre la reforma judicial y todo lo que se viene en el próximo mes de junio, con la elección de candidatos para magistrados, jueces y ministros de la suprema corte.  Entre tantas cosas en su introducción, explicaba sobre si México vivimos en una Federación o estamos centralizados.

Basta con echarle una mirada al mapa de México para darnos cuenta de su grandeza. Desde la selvas de Chiapas, hasta Baja California, desde las costas de Yucatán, hasta la Sierra Tarahumara, nuestro país está hecho de contrastes, acentos, clima, culturas y realidades, que pocos países pueden presumir. Hay un aspecto que si compartimos en todo el país: una pregunta, sin resolver, que ha acompañado a nuestra historia: ¿realmente vivimos en una Federación o simplemente hemos centralizado nuestra esperanza?

El artículo 40 de la Constitución política de los Estados Unidos mexicanos, establece que la forma de gobierno en México es una república representativa, democrática, laica y federal. En este artículo se expresa la voluntad del polo mexicano de constituirse en esta forma de gobierno, compuesta por estados libres y soberanos en su régimen interior, unidos en una Federación.

En teoría, resulta que somos una Federación, los estados tienen autonomía, legislaturas locales, elecciones propias, incluso constituciones estatales. Sin embargo, en la práctica, el sistema derivado en un centralismo disfrazado de federalismo. Y esto no es algo reciente, viene de mucho tiempo atrás. Quizás, desde que nos acostumbramos a pensar que todo se resuelve en la capital, desde la capital para la capital.

¿Por qué será importante esto? Por qué la contradicción entre lo que dice la ley, y lo que está ocurriendo realmente, se incuba mucho de los males que nos están aquejando como nación: la violencia, la corrupción, la desigualdad, la pobreza, la impunidad y la falta de valores.

Vivimos en una nación donde los problemas locales, lamentablemente deben esperar a que la Federación voltee a verlos, donde un alcalde o un gobernador gestiona los recursos con la mano extendida hacia la ciudad de México, donde el autonomía estatal es una formalidad. Y cuando las decisiones se concentran en un solo punto, la justicia se diluye y la realidad se simplifica peligrosamente.

SISTEMA CENTRALISTA, DISFRAZADO DE FEDERALISMO

Las políticas públicas, educativas, de seguridad y de salud están diseñadas con un enfoque unificador, cuando lo que México necesita realmente es lo contrario: reconocer su diversidad para diseñar soluciones particulares. Por qué lo que pasan en las comunidades rurales de Oaxaca, o en las colonias populares de Tijuana, no se puede resolver con decretos generales, sino con gobiernos locales con recursos propios, capacidad, real decisión, es decir, empoderados. Sin embargo, hoy en día, ni los estados y los municipios tienen la fuerza para cambiar su destino, si el centro no autoriza, no transfiere o no libera.

De formas significativa, esto quiere decir que un estado como Guerrero, depende del mismo esquema de decisiones que Nuevo Leon, sin que se estén reconociendo sus contextos sociales, culturales y la misma historia.

ENTONCES ¿COMO CAMBIAR ESTA REALIDAD?

Y en el análisis, esta pregunta es tan amplia como urgente. No podemos transformar un país con simples diagnósticos, se va a requerir de una visión profunda, que venga a reconocer que muchos de nuestros problemas son estructurales y que no se van a resolver sólo con recursos y mucho menos con discursos.

En mi opinión, tenemos que comenzar a recuperar los valores que hemos perdido. Estamos sufriendo una crisis ética. La impunidad, la trampa, la mentira, el camino fácil se han vuelto normales, y lo más preocupante es que la escuela mexicana, la que debería ser el semillero del civismo y la ciudadanía, hace tiempo que dejó de formar en valores. Hoy está formando en contenidos, en técnicas en competencias, pero no en principios.

Creo que comprendemos que sin civismo, no hay comunidad y sin comunidad, no hay justicia social.

Dicho lo anterior, me atrevo a cuestionar ¿De qué servirá enseñar matemáticas si el alumno no aprende a respetar? ¿Para que nos va a servir una reforma educativa, si no me está enseñando a valorar la dignidad humana, la responsabilidad y la honestidad? Cuando el salón de clases se vuelve indiferente alguien común, el país se queda sin una brújula moral.

Es de la acción colectiva, basada en los principios, como nace la justicia social y no de los discursos. En el contexto anterior, nos hace preguntar ¿cómo exigir justicia si el sistema se gestiona desde un modelo centralizado, burocrático y lejano? ¿ Cómo comenzar a acabar con la pobreza? Si el mismo municipio no tiene recursos ni autonomía real para combatirla?

VIVIR REALMENTE EN UNA FEDERACIÓN

Si se aplicará realmente lo que nos marca la Constitución política de los Estados Unidos mexicanos en su artículo 40, tendríamos estados fuertes, más responsables y sobretodo más comprometidos. Serían gobernadores que no sólo gestionan, sino que transforman. Alcaldes con visión y con los medios. Una ciudadanía que exige desde lo local. México, sería un país donde la regiones construirían su propio futuro, sin depender de la voluntad presidencial o de un presupuesto anual. México, sería una república de realidades y no de apariencias.

Y tal vez, sólo tal vez, podríamos combatir de raíz los grandes males: la pobreza misma, pero no desde los programas asistencialistas, sino desde los proyectos productivos de cada una de las localidades; la inseguridad y no tan sólo con Guardia Nacional, sino con una prevención comunitaria y oportunidades reales; la corrupción se combatía no con las leyes, sino con educación cívica desde la niñez.

¿CENTRALISMO O SIMULACIÓN DE FEDERALISMO?

Nuestro amado México, necesita reconciliarse con su diseño constitucional. Es necesario que el federalismo deje de ser un simple adorno legal y se convierta en un instrumento real que nos lleve a la transformación. Es importante que las decisiones bajen al territorio, que el poder deje de ser centralizado y que comience a ser distribuido.

Igual de importante, México necesita recuperar su ética colectiva, su sentido de comunidad y su civismo. Debemos comprender que ninguna forma de gobierno será efectiva, sino somos ciudadanos responsables, sino contamos con escuelas que formen en valores, si no somos estados que asuman su rol histórico  con visión y firmeza.

Para concluir, hoy más que nunca la pregunta, no sólo es lo que dice la Constitución, la verdadera pregunta es:

¿Queremos seguir viviendo en una nación que proclama la democracia mientras la concentra?

Es tiempo de construir desde el local un nuevo pacto federal que devuelva a los mexicanos la esperanza.

Comentarios

  1. Se manipula la Constitución para que quien está en el poder manipule los recursos sin que merezca la opinión del pueblo que vive todavía como en los tiempos del virreinato.

    Los pobres solo reciben limosnas, los recursos naturales como ocurrió en Yucatán, se destruyen a favor de una causa en la que el gobierno federal tira el dinero del pueblo.

    La Constitución de 1917 es la más violada por quienes estan en el poder.

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